viernes, 5 de septiembre de 2008

Lucho Bordegaray, Montaje decadente


los días de Raymundo están contados, de Diego Echegoyen

Los días de Raymundo están contados, sí. Y no han de ser muchos los que arroja ese cómputo: basta con ver su aspecto agónico o incluso atender la convicción con que afronta que su fin es irremediable. Convicción de lo por venir o decisión por apurar su llegada, quién lo sabe. Lo acompaña Teresa, su esposa, íntimamente atravesada por los incompatibles sentimientos que experimenta quien ama con desesperación al que aún vive pero no puede evitar el enojo –si no el odio– que siente por lo que en el amado ya anticipa la muerte. También hay un médico, un buen médico para cuando ya no hay más nada que hacer, que contiene, acompaña y hasta celebra.En otro plano, un escritor que, urgido por un trabajo que parece pretender consagratorio, decide no acompañar a su padre en su agonía, permaneciendo así en un encierro que tiene tanto de creativo como de atormentado. Aquí corren esos dos relatos en paralelo: El punto de partida: Raymond Carver, quien ya cerca de su muerte escribió el cuento Tres rosas amarillas, sobre los últimos días de Antón Chéjov. Muerte, muerte en la ficción, muerte, ficción: el proceso parece desolador. Y el resultado es inevitablemente triste. Sin embargo, podemos dar unos pasos más allá de la tristeza que aquí se presenta –y que por momentos parece palpable– para encontrarnos con algo distinto. Es que si la tristeza nace de la carencia, entonces es evidente que hay dos tipos de tristezas: una nacida en lo que nunca se tuvo y otra originada en lo que se ha perdido. Lo que nunca se tuvo no es, por lo que no puede ser ni no ser bello; pero si lo perdido fue bello, así se lo sigue percibiendo aun después de muerto. Trayendo aquí este discurso, digamos que en la muerte no hay belleza, pero sí puede haberla en la tristeza que despierta, incluso en la que despierta por anticipado, cuando la partida se impone con certeza.Diego Echegoyen ha sabido observar con delicadeza y respeto la presencia de la muerte en las situaciones que lleva a escena, sin eludir lo que de triste poseen. Ahí mismo ha encontrado belleza y la exhibe. Y no necesita hacer nada más para atraernos y atraparnos: de alguna manera, lo bello siempre seduce, sin importar donde se presente.Es de destacar el diseño de escenografía de Laura Echegoyen: tendiendo líneas de fuga en la habitación del acabado Raymundo y ubicando el espacio del escritor bajo el nivel del suelo, nos habla también de dos modos de imaginar la muerte. Por su parte, el elenco que ha convocado Echegoyen (Alejandro Barratelli como Raymundo, Marta Pomponio como Teresa, Mario Jursza como el médico, y Federico Martínez como el escritor) transita en profundidad pero sin desmesuras el doliente interior de cada personaje.Encontrá la ficha artística y técnica y la información de las funciones de Los días de Raymundo están contados en este link a Alternativa Teatral.

No hay comentarios: