viernes, 19 de septiembre de 2008

Mariano Beitia, VUENOSAIREZ CINE Y TEATRO




Los días de Raymundo están contados

La inevitable tragedia de la desaparición corporal y el nacimiento de una obra literaria ineludible se conjugan en esta puesta, producida por El Kafka, Espacio Teatral.

Diego Echegoyen pone en escena la incertidumbre de los últimos momentos en la vida de un escritor, al mismo tiempo que nos muestra la soledad y el delirio que rodean al creador de la historia que describe esa muerte.
Desde dos puntos de visión espacialmente distintos nos instala en un dolor como agente de corrosión y desgaste, la tristeza de la ausencia que pronto dejará un vacío irremplazable y la sordidez del autor en sus miserias íntimas.
“Los días de Raymundo están contados” es una versión de “Tres rosas amarillas” , el cuento de Raymond Carver que relata los últimos días del escritor ruso Antón Chejov.
El delirio y la cordura atraviesan los dos espacios escénicos condensando el ambiente de inseguridad y confusión. La muerte acecha desde lo íntimo como un agente esclarecedor, como un estado que termina de cerrar la desdicha del creador.
Al mismo tiempo, lo imposible y lo fantástico, aquello que nos separa de nuestras vidas cotidianas: sucede.
La puesta en escena está realmente muy lograda, desde una dicotomía de ambientes unidos por una misma poética, la tragedia del artista.
Los actores Alejandro Barratelli, Mario Jursza, Federico Martinez, son intérpretes de una naturalidad ajustada y eficiente, Marta Pomponio compone y canta desde un talento distinguido, muy logrado.
Una puesta recomendable para los amantes de los trágicos finales románticos.

viernes, 5 de septiembre de 2008

Eduardo Benítez, LA OTRA


La salud de los enfermos

“Fantaseando acerca de la tuberculosis
también es posible estetizar la muerte”
Susan Sontag, La enfermedad y sus metáforas

Morir acunado por qué lengua, en qué morada. Preocupación, tal vez, propia de quien ejerce la práctica de la escritura. De quien elige la escritura como lugar donde habitar. Preocupación que los cuerpos (ya cansados) que protagonizan Los días de Raymundo están contados, viven como una condena lenta y dolorosa. Dos dimensiones atraviesan la obra dirigida por Diego Echegoyen, cuya puesta en El Kafka Espacio Teatral se da cada viernes. Una cuya acción transcurre sobre el escenario (de diseño y realización escenográfica soberbia) y otra que tiene lugar debajo del mismo, en una suerte de puesta en escena marginal habitada por un escritor en los límites de su desesperación; ¿posible autor de lo que sucede arriba del escenario? Obra signada por el dolor. Pero… ¿qué dolor? El dolor del exilio de esa patria abstracta que es la lengua, para obtener a cambio un territorio bien preciso: la enfermedad. El dolor de un fallecer bajo el dominio de una lengua (patria) extranjera. A partir de esto, ¿qué nos queda? Un morir españolizado de Chejov y de Carver yuxtapuestos, según el influjo del lenguaje teatral. Pues así lo reza la misma obra: puesta en abismo del cuento “Tres rosas amarillas” de Raymond Carver. Puesta en abismo del narrador norteamericano expandiendo al escritor ruso. Aunque también se trata de poner en escena un modo de vivir enfermizamente (tanto Carver como Chejov) como motor de producción estética; de experimentar la práctica de la escritura como padecimiento. Lo cierto es que Raymundo yace en el interior de un hotel. Muy cerca suyo, sin que él siquiera lo sepa, alguien (El Escritor) cuenta su historia (¿sus días?). De la obra de Echegoyen uno no sale íntegro, se sale con cierta culpa de ver languidecer a Raymundo, de no poder intervenir sobre su destino. Tal vez porque durante lo que dura la obra alguien muere cerca de nosotros y eso pesa. En el teatro (en una puesta tan íntima) la muerte se percibe con otra gravedad que en el cine. Lo inexorable del cuerpo presente tal vez haga más profunda nuestra sensibilidad ante la representación muerte. Y en Los días de Raymundo… este no es un dato menor. Porque la obra entera está construida sobre la idea de la muerte en un gerundio que jamás concluye. Desde que comienza hasta que termina Raymundo está muriendo. Es un morir constante que se renueva con cada intento de ayuda, de socorro. Un estar muriéndose que define su relación con los demás personajes. O mejor, que define a los demás personajes. La mujer de Raymundo y el doctor (Mario Jursza, de actuación prodigiosa) son casi ecos de su enfermedad. Son un revoloteo histérico (la mujer) y diplomático (el doctor) alrededor de su lecho de muerte. Ecos que se juegan sobre la voluntad de Raymundo. Las tensiones que se dan entre los tres en el escenario no permiten que Raymundo se desenvuelva tranquilamente en su ejercicio de estar enfermo. El escritor desfalleciente no puede practicar la impunidad del antojado, el reclamo caprichoso propio del enfermo. Es decir: la relación con los otros impide que Raymundo, con sus días u horas contadas, pueda volver a ser niño, visitar por última vez la patria de la infancia. En definitiva, aquellos que se acercan a Raymundo (aparentemente para ayudarlo) no ejercen sobre él sino una violencia. Del otro lado, bajo el escenario, la imagen misma del Escritor inmerso en la desesperación del proceso de su producción literaria, también refuerza cierta idea romántica de la vida y del arte. Una maquinaria estético-sentimental que sólo se obtiene a cambio de la vida misma. Es lo que en última instancia invade nuestra respiración al salir de la sala.
Los días de Raymundo están contadosEl Kafka Espacio Teatral - Lambaré 866 - Tel: 4862-5439Viernes 23:00 hs.Entrada general: $25Estudiantes y jubilados: $15

Lucho Bordegaray, Montaje decadente


los días de Raymundo están contados, de Diego Echegoyen

Los días de Raymundo están contados, sí. Y no han de ser muchos los que arroja ese cómputo: basta con ver su aspecto agónico o incluso atender la convicción con que afronta que su fin es irremediable. Convicción de lo por venir o decisión por apurar su llegada, quién lo sabe. Lo acompaña Teresa, su esposa, íntimamente atravesada por los incompatibles sentimientos que experimenta quien ama con desesperación al que aún vive pero no puede evitar el enojo –si no el odio– que siente por lo que en el amado ya anticipa la muerte. También hay un médico, un buen médico para cuando ya no hay más nada que hacer, que contiene, acompaña y hasta celebra.En otro plano, un escritor que, urgido por un trabajo que parece pretender consagratorio, decide no acompañar a su padre en su agonía, permaneciendo así en un encierro que tiene tanto de creativo como de atormentado. Aquí corren esos dos relatos en paralelo: El punto de partida: Raymond Carver, quien ya cerca de su muerte escribió el cuento Tres rosas amarillas, sobre los últimos días de Antón Chéjov. Muerte, muerte en la ficción, muerte, ficción: el proceso parece desolador. Y el resultado es inevitablemente triste. Sin embargo, podemos dar unos pasos más allá de la tristeza que aquí se presenta –y que por momentos parece palpable– para encontrarnos con algo distinto. Es que si la tristeza nace de la carencia, entonces es evidente que hay dos tipos de tristezas: una nacida en lo que nunca se tuvo y otra originada en lo que se ha perdido. Lo que nunca se tuvo no es, por lo que no puede ser ni no ser bello; pero si lo perdido fue bello, así se lo sigue percibiendo aun después de muerto. Trayendo aquí este discurso, digamos que en la muerte no hay belleza, pero sí puede haberla en la tristeza que despierta, incluso en la que despierta por anticipado, cuando la partida se impone con certeza.Diego Echegoyen ha sabido observar con delicadeza y respeto la presencia de la muerte en las situaciones que lleva a escena, sin eludir lo que de triste poseen. Ahí mismo ha encontrado belleza y la exhibe. Y no necesita hacer nada más para atraernos y atraparnos: de alguna manera, lo bello siempre seduce, sin importar donde se presente.Es de destacar el diseño de escenografía de Laura Echegoyen: tendiendo líneas de fuga en la habitación del acabado Raymundo y ubicando el espacio del escritor bajo el nivel del suelo, nos habla también de dos modos de imaginar la muerte. Por su parte, el elenco que ha convocado Echegoyen (Alejandro Barratelli como Raymundo, Marta Pomponio como Teresa, Mario Jursza como el médico, y Federico Martínez como el escritor) transita en profundidad pero sin desmesuras el doliente interior de cada personaje.Encontrá la ficha artística y técnica y la información de las funciones de Los días de Raymundo están contados en este link a Alternativa Teatral.

jueves, 4 de septiembre de 2008

Olga Cosentino, Revista NOTICIAS

Explorar el misterio

Los días de Raymundo están contados, de Diego Echegoyen,
Inspirada en “Tres rosas amarillas de R. Carver.
Con A. Barratelli, M.Pomponio, Mario Jursza y Federico Martinez.
Elkafka, Lambaré 866

★★★ y ½ Con mínimos pero sugerentes recursos de realización y una fecunda teatralidad, esta obra explora el misterio de la existencia haciendo foco en una instancia culminante: el tránsito de la criatura humana hacia la muerte. Una doble y simultánea trama tiene como eje la afinidad que une, más allá del tiempo y la geografía, al ruso Antón Chéjov (1860-1904) y al estadounidense Raymond Carver (1938-1988, apodado “el Chéjov americano”). Si bien no propone una conclusión dramática, la obra concebida y dirigida por Diego Echegoyen produce sentido y vibración poética con el riguroso tratamiento escénico y las cuidadas interpretaciones.

30 de agosto del 2008